
Como dijo el psicoanalista Erich Fromm, el sentido de la vida no es más que el acto de vivir en uno mismo. Cómo experimentamos cada una de las horas, los días, los meses y los años, moldea el propósito de nuestra existencia, y este a su vez, el el responsable de sentir plenitud. Tal y como avalan los estudios numerosos estudios científicos, el propósito incide en nuestra salud. Hace muchos años que la Comunidad Científica Internacional trabaja para ver hasta dónde el estado de la mente influye en el del cuerpo, un pack indisoluble e hiperconectado. Una de las conclusiones más sorprendentes es que el hecho de vivir motivado, influye hasta en los genes. Steve Cole, profesor de Medicina y Psiquiatría de la Universidad de California en los Ángeles, lleva años estudiando cómo reaccionan nuestros genes ante el estrés y cómo sentirnos bien mentalmente incide en el genoma.
Para realizar el estudio, Cole distinguió dos tipos de bienestar psicológico:
- Uno vinculado a los eudaimonistas, (difícil de recordar este nombre), poseedores de una motivación que da sentido a su existencia.
- El hedonista, que básicamente, obtiene satisfacción de la constante autogratificación, especialmente a través de la búsqueda y posesión del placer material y físico.
Cole descubrió de manera inesperada que, mientras el perfil genético de los eudaimonistas es favorable a las cédulas del sistema inmune (potencia niveles bajos de inflamación y una fuerte expresión de genes vinculados a los anticuerpos), el hedonista se manifiesta de forma contraria, es decir, alta inflamación y baja expresión de los genes antivirales y anticuerpos. ¿Cómo puede ser si ambos grupos mostraron el mismo nivel de felicidad?. Seguramente, opina Cole, la actitud de los primeros les lleva a vivir con más tranquilidad, con todos los beneficios que esto conlleva. Los hedonistas, en cambio, parece que viven con mucha más presión, lo que les acarrea estrés. Y este, entre otros muchos prejuicios, puede dañar los telómeros, los extremos de los cromosomas cuya función es evitar daños en el ADN, haciendo que envejezcan antes. Los placeres hedonistas, son como calorías vacías que no aportan nada y no contribuyen a beneficiarnos físicamente. Todo indica que a nivel celular el cuerpo responde positivamente al bienestar psicológico basado en el sentido de conexión y el propósito.
Si has leído hasta aquí, quizá ya hayas pensado qué tipo de motivación tienes, quizá una mezcla de ambas... Bien. Aunque todos los indicios científicos apuntan a que tener un propósito en la vida nos beneficia y mucho, es evidente que no todo el mundo se apasiona por las mismas cosas, y que no todas despiernan el mismo grado de pasión ni de bienestar. Según explica el psicólogo Jonathan García-Allen, hay distintas maneras de clasificar las motivaciones:
- Motivaciones extrínsecas e intrínsecas. Las primeras son externas al individuo y a la actividad que realiza. Por ejemplo, alguien puede trabajar o estudiar mucho porque lo que le mueve es ganar dinero o el reconocimiento social. Las intrínsecas, proceden del interior de la persona, la cual no espera ninguna recompensa externa. Se asocia a los deseos de autorealización y de crecimiento personal. La experimentan entre otros, aquellos que trabajan para el bienestar de la comunidad o que forman parte de un equipo deportivo.
- Motivaciones negativas y positivas, en las que la propia actividad es la que genera un estado de bienestar. Las negativas, de forma opuesta, espolean a las personas a emprender una acción para evitar una consecuencia negativa, como puede ser un despido, un fracaso, un castigo o una frustración.
- Una tercera clasificación las ordena en base a aquello que las estimula: así, se habla de motivación por logro (cuando el fin es el que mueve a la persona a vencer un desafío concreto ante si mismo), por competencia (si el detonante es ser considerado el mejor realizando un determinado trabajo) y por afiliación (cuando la cooperación y el trabajo en equipo son el principal estimulo).

Estar sano es motivador, y estar motivado mejora la salud. Cuando estamos motivados percibimos que tenemos el control sobre diversos aspectos de la vida, sobre los cuales sentimos que podemos influir. En paralelo, toleramos mejor aquellas situaciones que no dependen de nosotros. Esto nos ayuda a ser más resilientes, más capaces de adaptarnos ante situaciones adversas y salir de ellas transformados en positivo. En definitiva, tener una o varias razones para vivir nos anima a ocuparnos de nuestra vida en lugar de preocuparnos por ella. Escucharnos es esencial. Es básico conocer nuestros deseos, valores y necesidades para poder seguir hábitos saludables que favorecen la experimentación plena del día a día y convertir aquello que nos limita en oportunidades. Tener algo por lo que vivir y ser fieles a nuestros valores nos encamina hacia la senda vital que más nos encaja, y eso siempre redunda en una mejor calidad de vida. Sin duda, es un proceso a lo largo del cual hay que "hacer espacio en nuestro interior". Es decir, eliminar lo superfluo y centrarse en trabajar en pro de nuestras íntimas y verdaderas prioridades. Entonces sucede que a partir de un mínimo en el que se cubren necesidades básicas, el incremento de bienestar material no parece tener demasiado efecto en el índice de felicidad de las personas.
Cuando nos encontramos realizando aquello que nos motiva, olvidamos los problemas y ni siquiera nos acordamos de si estamos hambrientos o cansados. Toda la conciencia, todo nuestro "hardware" se invierte en la concentración que necesitamos para hacer eso que nos parece tan motivante y nuestro yo, queda en "standby". Es lo que se llama " el estado flow" o "el estado de flujo", en el que lo importante es la tarea no el objetivo. Alcanzar con frecuencia esos estados de fluidez pone en orden nuestro caos interior, nos hace fuertes ante las adversidades y nos protege de trastornos físicos y psíquicos.

Como decía Dory, el pez de la película "Buscando a Nemo", parece que lo más importante en esta vida es recordar que, pase lo que pase, lo que hay que hacer es... ¡seguir nadando! porque llegará un día en el que moriremos pero el resto del tiempo estaremos vivos. Lo que realmente da miedo no es morir, lo aterrador es no poder vivir plenamente.
Encuentra tus motivaciones, disfruta del aquí y el ahora ...., mañana, quién sabe qué!!!
Fuente de Información: "La revista del bienestar de El País", nº 35 Mayo